REFLEXIÓN SEMANAL DEL SÁBADO 28 DE SEPTIEMBRE.
01 de octubre Memoria de Santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia.
04 de octubre Memoria de San Francisco de Asís
EN EL CORAZÓN DE LA IGLESIA YO SERÉ EL AMOR. Santa Teresa del Niño Jesús.
Como mis deseos me hacían sufrir un verdadero martirio, abrí las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas, doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. La respuesta era clara, pero no colmaba mis deseos, no me daba la paz.
Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: ¡Aspiren a los carismas superiores! Y les voy a mostrar un camino más excelente. Y el Apóstol explica cómo los carismas superiores son nada sin la caridad y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.
Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido a mí misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. La caridad me dio la clave de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo compuesto de diferentes miembros, y que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo de amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.
Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé: «Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar tú me lo has dado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo y mi deseo se verá realizado».