REFLEXIÓN SEMANAL DEL SÁBADO 11 DE ENERO.

VENGAN AL BAUTISMO DE LA INMORTALIDAD. Homilía atribuida a san Hipólito, presbítero.

Una vez bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco». ¿Ves cuántos y cuán grandes bienes hubiéramos perdido si el Señor hubiese cedido a la recomendación de Juan y no hubiese recibido el bautismo? Hasta ese momento los cielos estaban cerrados y eran inaccesibles las regiones supremas. Habíamos descendido a las regiones inferiores y éramos incapaces de remontarnos nuevamente a las regiones superiores. ¿Pero acaso sólo fue bautizado el Señor? Renovó también al hombre viejo y volvió a hacerle entrega del cetro de la adopción. Pues inmediatamente se abrieron los cielos. Se ha efectuado la reconciliación de lo visible con lo invisible; las jerarquías celestiales se llenaron de alegría; sanaron en la tierra las enfermedades; lo que estaba escondido se hizo patente; los que militaban en las filas de los enemigos, se hicieron amigos.

Has oído decir al evangelista: Se abrieron los cielos. A causa de estas tres maravillas: porque habiendo sido bautizado Cristo, el Esposo, era necesario que se le abrieran las espléndidas puertas del tálamo celestial; asimismo era necesario que se alzaran las puertas celestiales al descender el Espíritu Santo en forma de paloma y dejarse oír por doquier la voz del Padre. Se abrieron los cielos, y se oyó una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco».

El amado genera amor, y la luz inmaterial una luz inaccesible. Este es mi Hijo amado que apareció aquí abajo, pero sin separarse del seno del Padre: apareció y no apareció. Una cosa es lo que aparecía, porque –según apareció– el que bautizaba era superior al bautizado. Por eso el Padre hizo descender del cielo sobre el bautizado al Espíritu Santo. Y así como en el arca de Noé el amor de Dios al hombre estuvo simbolizado por la paloma, así también ahora el Espíritu, bajando en forma de paloma cual portadora del fruto del olivo, se posó sobre aquel de quien daba testimonio. ¿Por qué? Para dejar asimismo constancia de la certeza y solidez de la voz del Padre, y robustecer la fe en las predicciones proféticas hechas con mucha anterioridad. ¿Cuáles? La voz del Señor sobre las aguas, el Dios de la gloria ha tronado, el Señor sobre las aguas torrenciales. ¿Qué voz? Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. Este es el que fue llamado hijo de José, y es mi Unigénito según la esencia divina. Este es mi Hijo amado: aquel que pasa hambre, y da de comer a innumerables multitudes; que trabaja, y conforta a los que trabajan; que no tiene dónde reclinar su cabeza, y lo creó todo con su mano; que padece, y remedia todos los padecimientos; que recibe bofetadas, y da al mundo la libertad; que es herido en el costado, y cura el costado de Adán.

Pero préstenme cuidadosamente atención: quiero acudir a la fuente de la vida, quiero contemplar la fuente de la que brota el remedio. El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo y Verbo inmortal, que vino a los hombres para lavarlos con el agua y el Espíritu; y para regenerarnos con la incorruptibilidad del alma y del cuerpo, insufló en nosotros el espíritu de vida y nos vistió con una armadura incorruptible. Si, pues, el hombre ha sido hecho inmortal, también será Dios. Y si es hecho Dios por la regeneración del baño del bautismo, en virtud del agua y del Espíritu Santo, resulta también que después de la resurrección de entre los muertos será coheredero de Cristo.

Por lo cual grito con voz de pregonero: Vengan, todos los pueblos de los gentiles, a la inmortalidad del bautismo. A ustedes que todavía viven en las tinieblas de la ignorancia, les traigo el fausto anuncio de la vida. Vengan de la servidumbre a la libertad, de la tiranía al reino, de la corrupción a la incorrupción. Pero me preguntarán: ¿Cómo debemos ir? ¿Cómo? Por el agua y el Espíritu Santo. Esta es el agua unida con el Espíritu, con la que se riega el paraíso, se fecunda la tierra, las plantas crecen, los animales se multiplican; y, para decirlo todo de una vez, el agua por la que el hombre regenerado se vivifica, con la que Cristo fue bautizado, sobre la que descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.