
REFLEXIÓN SEMANAL DEL SÁBADO 1° DE MARZO.
MIÉRCOLES 5 DE MARZO, MIÉRCOLES DE CENIZAS AYUNO Y ABSTINENCIA.
CONVIÉRTANSE. San Clemente I, papa y padre de la Iglesia.
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y démonos cuenta de cuán valiosa es para su Dios y Padre, ya que, derramada por nuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gracia de la conversión.
Recorramos todas las etapas de la historia y veremos cómo de generación en generación el Señor ha concedido ocasión de arrepentirse a todos los que han querido convertirse a él. Noé predicó la penitencia, y los que le hicieron caso se salvaron. Jonás anunció la destrucción a los ninivitas, pero ellos, haciendo penitencia de sus pecados, aplacaron la ira de Dios con sus plegarias y alcanzaron la salvación, a pesar de que no pertenecían al pueblo de Dios.
Los ministros de la gracia divina, inspirados por el Espíritu Santo, hablaron de la conversión. El Señor mismo de todas las cosas habló también de la conversión con juramento: Por mi vida, oráculo del Señor Dios, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta, añadiendo además aquellas palabras llenas de bondad: Desistan de hacer el mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque sus pecados lleguen hasta el cielo, aunque sean más rojos que la grana y más negros que un manto de piel de cabra, si se convierten a mí de todo corazón y dicen: “Padre”, los escucharé como a mi pueblo santo que son».
Queriendo que todos los que él ama se beneficien de la conversión, confirmó aquella sentencia con su voluntad omnipotente.
Sometámonos, pues, a su espléndida y gloriosa voluntad, e, implorando humildemente su misericordia y benignidad, volvámonos hacia su clemencia, abandonando las obras vanas, las riñas y la envidia, cosas que llevan a la muerte. Por tanto, hermanos, seamos humildes de espíritu; abandonemos toda soberbia y altanería, toda insensatez e ira, y pongamos por obra lo que está escrito, porque dice el Espíritu Santo: No se alabe el sabio por su sabiduría, ni se alabe el valiente por su valentía, ni se alabe el rico por su riqueza; el que se gloríe, gloríese en el Señor, buscándolo a él y obrando el derecho y la justicia, recordando sobre todo las palabras del Señor Jesús, con las que enseña la equidad y la longanimidad.
En efecto, él dijo: Sean misericordiosos, y alcanzarán misericordia; perdonen y serán perdonados; como ustedes hagan, así se les hará a ustedes; den, y se les dará; no juzguen, y no serán juzgados; con la bondad con que obren, se obrará con ustedes; con la medida con que midan se los medirá.
Fortalezcámonos con este mandamiento y estos preceptos para caminar en obediencia a sus santas palabras, con toda humildad. Dice, en efecto, la palabra de Dios: ¿En quién voy a fijarme? En el mísero, pobre de espíritu, y en el que tiembla a mi palabra.
De este modo, hechos partícipes de las muchas, grandes e ilustres acciones, corramos de nuevo hacia la meta de la paz que se nos ha propuesto desde el principio; tengamos los ojos fijos en el Padre y Creador de todo el mundo, y unámonos a sus magníficos y extraordinarios dones y beneficios de paz.