REFLEXIÓN SEMANAL DEL SÁBADO 13 DE SEPTIEMBRE.

LA CRUZ ES LA GLORIA Y LA EXALTACIÓN DE CRISTO. San Andrés de Creta, obispo, padre de la Iglesia.

Celebramos la fiesta de la cruz, por medio de la cual fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz, y junto con el Crucificado somos llevados hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales. Tal y tan grande es la posesión de la cruz, y quien la posee, posee un tesoro. Y al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más precioso de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado original.

Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, no hubiesen manado de su costado las fuentes de la inmortalidad, la sangre y el agua, que purifican al mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del leño de la vida, el paraíso no estaría abierto. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.

Por esto la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque por ella nos han venido innumerables bienes, tanto más cuanto que deben atribuirse en su mayor parte a los milagros y sufrimientos de Cristo. Preciosa, porque la cruz es a la vez el sufrimiento y el trofeo de Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio, y con él fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.

La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria, cuando dice: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también lo glorificará en sí mismo y lo glorificará pronto. Y también: Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu nombre». Vino entonces una voz del cielo: «Lo he glorificado y de nuevo lo glorificaré», palabras que se referían a la gloria que había de conseguir en la cruz. También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación al decir: Cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues, que la cruz es la gloria y exaltación de Cristo.