REFLEXIÓN SEMANAL DEL SÁBADO 25 DE OCTUBRE.

ESTE DÍA LES TRAJO EL COMIENZO DE TODA GRACIA. San Eusebio de Alejandría, obispo.

Escucha, hijo: voy a exponerte la razón por la cual se nos ha transmitido el mandato de guardar el día del Señor y abstenernos de trabajar. Cuando el Señor confió el misterio a sus discípulos, tomando el pan lo bendijo, lo partió y se lo dio, diciendo: Tomen, coman, este es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. De igual modo tomó la copa, diciendo: Beban de ella todos, porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Hagan esto en recuerdo mío.

Así, el sagrado día del domingo es la conmemoración del Señor. Por eso se lo llama domingo, como principio de los días. Porque antes de la pasión del Señor no se lo llamaba domingo, sino día primero. En este día el Señor dio comienzo a las primicias de la resurrección, o creación del mundo; en este mismo día concedió al mundo las primicias de la resurrección; en este día –como acabamos de decir– nos mandó asimismo celebrar los sagrados misterios. Por tanto, este día les trajo el comienzo de toda gracia: el comienzo de la creación del mundo, el comienzo de la resurrección, el comienzo de la semana. Al comprender este día tres comienzos, nos muestra a un mismo tiempo el primado de la Santísima Trinidad.

No por otra razón observamos el domingo, sino para introducir una pausa en el trabajo y dedicarnos a la oración. Si pues, interrumpiendo el trabajo, no acudes a la iglesia, no obtienes ganancia alguna; más aún, te has perjudicado, y no poco, a ti mismo. Muchos esperan el domingo, pero no todos por idéntico motivo. Los que temen al Señor, esperan el domingo para elevar a Dios sus plegarias y recrearse con el cuerpo y la sangre preciosos; los apáticos y negligentes esperan el domingo para no trabajar y entregarse a obras malas.

¿Qué contemplan los que vienen a la iglesia? Te lo voy a decir: a Cristo, el Señor, yaciente sobre la mesa sagrada, el himno santo de los serafines cantado tres veces, la presencia y la venida del Espíritu Santo, al profeta y rey David entonando salmos, al bendito Apóstol inculcando su doctrina en el ánimo de todos, el himno angélico y el asiduo aleluia, las voces evangélicas, las admoniciones del Señor, la instrucción y exhortación de los venerables obispos y presbíteros: todas cosas espirituales, todas cosas celestiales, todas cosas que nos procuran la salvación y el Reino de los cielos. Esto es lo que escucha, esto es lo que contempla todo el que viene a la iglesia.

Porque este día se te ha dado para la oración y el descanso: Este es, pues, el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo; y al que en este día resucitó, démosle gloria juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.