
REFLEXIÓN SEMANAL DEL SÁBADO 10 DE MAYO.
4° SEMANA DE PASCUA.
MIÉRCOLES 14 DE MAYO; FIESTA DE SAN MATÍAS, APÓSTOL.
EVOCACIONES BÍBLICAS EN TORNO A LA FIGURA DEL BUEN PASTOR. San Pablo VI, papa. (Mensaje para la Jornada mundial de oración por las vocaciones, 12 de marzo de 1971, nn. 2-3)
Cuando Jesús se presentaba a sí mismo como el Buen Pastor se insertaba en una larga tradición bíblica, familiar a sus discípulos y a los demás oyentes. En efecto, el Dios de Israel se había manifestado siempre como el Buen Pastor de su pueblo. Había escuchado sus súplicas, lo había liberado de la tierra de esclavitud, había guiado con su bondad al pueblo que salvó durante su fatigoso camino por el desierto hacia la patria prometida. Con la alianza del Sinaí lo había constituido como pueblo de su propiedad, reino sacerdotal, nación santa. Siglo tras siglo el Señor continuó guiándolo, más aún, llevándolo en sus brazos como el pastor lleva a los corderos. Hizo lo mismo después del castigo del exilio, llamando de nuevo y reuniendo a las ovejas dispersas para conducirlas otra vez a la tierra de los padres.
Por este motivo los antiguos creyentes se dirigían a Dios con un sentimiento filial llamándolo su Pastor: El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas: me guía por el sendero justo.
Sabían que el Señor era un Pastor bueno y paciente, a veces severo, pero misericordioso siempre para con su pueblo, más aún, para con todos los hombres.
El Señor llamó también a algunos hombres para que fuesen pastores de su rebaño y lo guiasen en su nombre y según su corazón: hombres elegidos, hombres de gran fe, como Moisés y Aarón, Josué, David y otros numerosos jefes de su pueblo. Pero aquellos hombres, con todas sus debilidades humanas, sólo eran figura y anticipación de los tiempos que aún debían venir. Además, no podían dar esa seguridad y esa paz a las que aspiraban profundamente los espíritus; por eso el pueblo elegido no encontró quién dirigiese verdaderamente sus pasos por los caminos de la verdad, en el acatamiento de la justicia, en el respeto a la palabra divina.
Finalmente, el Señor anunció por medio de los profetas, la venida de un nuevo David, del único Pastor, que guiaría a su pueblo con absoluta fidelidad y respondería a sus anhelos profundos.
Efectivamente, cuando llegó la plenitud de los tiempos apareció Jesús; encontró a su pueblo «como un rebaño sin pastor» y sintió una profunda pena por ello. En él se cumplían los profetas y terminaba el período de espera. Usando las mismas palabras de la tradición bíblica, Jesús se presentó como el buen Pastor que conoce a sus ovejas, las llama por su nombre y da su vida por ellas. Así formará un solo rebaño bajo un solo pastor. Jesús revela de esta forma su programa de acción en las almas, que no se realizará con violencia o coacción, sino con dulzura, persuasión y amor.